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La tuberculosis cerebral

Gérmenes en el sistema nervioso.

La tuberculosis es una enfermedad endémica en el Perú. Esto quiere decir que de manera usual se presenta una alta frecuencia de casos a lo largo del tiempo. La forma más común de tuberculosis es la tuberculosis pulmonar, pero el bacilo de Koch (el germen responsable de la tuberculosis) puede infectar también otros órganos; incluso puede afectar a todo el organismo al mismo tiempo. El sistema nervioso no es la excepción.

La tuberculosis cerebral tiene dos formas principales de presentación: meningitis tuberculosa y granuloma tuberculoso.

La meningitis tuberculosa es la infección de las meninges cerebrales (las membranas que recubren al cerebro) por el bacilo de Koch. Es una forma generalmente grave de meningitis, incluso potencialmente mortal, que se manifiesta por los síntomas cardinales propios de las meningitis: dolor de cabeza (cefalea), fiebre y vómitos. Si progresa, en pocos días se produce deterioro de conciencia y del estado general, y pueden presentarse complicaciones severas como hidrocefalia, compromiso de pares craneales o convulsiones. Se sospecha por los resultados del estudio del líquido cefalorraquídeo (el líquido que circula en el sistema nervioso), aunque suele ser difícil de confirmar totalmente, pues los cultivos suelen ser negativos y el estudio del ADN del bacilo tuberculoso (PCR) puede ser falso negativo. Por ese motivo, no es raro que el tratamiento se inicie solo con la sospecha clínica de la enfermedad. Los medicamentos utilizados son los mismos que se usan para la tuberculosis pulmonar, con la diferencia que la duración se prolonga a doce meses.

El granuloma tuberculoso es, por otro lado, una infección localizada, focalizada (parecido a un tumor pequeño), en una región específica del cerebro. Por eso, el síntoma dependerá del lugar donde se encuentre el granuloma, es decir, las manifestaciones son diversas: debilidad progresiva de una mitad del cuerpo, dificultades en la coordinación, alteraciones en la conducta, problemas del habla y un largo etcétera. El síntoma más constante es la fiebre, presente en muchos pacientes. Las complicaciones pueden derivar de la inflamación que sufre el granuloma en el cerebro, pues el edema se expande a regiones adyacentes y aumenta el efecto de masa. Por ese motivo, con frecuencia se usan corticoides para disminuir la inflamación granulomatosa, además de los medicamentos antituberculosos. Confirmar que un granuloma cerebral se debe a tuberculosis es difícil sin recurrir a la biopsia cerebral. Como el granuloma puede ubicarse en una zona no abordable quirúrgicamente, es probable que el tratamiento, al igual que en la meningitis tuberculosa, se inicie solo con la sospecha diagnóstica.

Como son pocas las veces en las que existe certeza del diagnóstico, es sumamente importante el seguimiento que el neurólogo le haga al paciente desde que se inicia el tratamiento para corroborar que el manejo está siendo efectivo. Este seguimiento se hace tanto de forma clínica, es decir, monitorizando la mejoría de los síntomas, como de forma paraclínica, es decir, a través de exámenes auxiliares (estudio de líquido cefalorraquídeo en la meningitis tuberculosa, y neuroimágenes (resonancia o tomografía cerebral) en los casos de granuloma cerebral). Si la evolución es favorable, entonces se mantiene el esquema de tratamiento. Si, por el contrario, no existe mejoría, debe replantearse si el diagnóstico es correcto o si estamos frente a una tuberculosis cerebral de difícil manejo.

En cualquiera de sus presentaciones, la tuberculosis del sistema nervioso debe ser considerada una situación grave, pero tratable. El paciente debe ser responsable en tomar sus medicamentos según la indicación del neurólogo. No debe suspenderlos por cuenta propia, aunque ya no tenga síntomas. Solo puede dejar el tratamiento cuando se lo indique el médico, quien será el único capaz de considerar que el paciente ya está curado.

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