
Meningitis

Las meninges son las membranas que recubren al cerebro. Tienen la función de proteger y nutrir al encéfalo, para lo cual están provistas de una rica vascularización y un importante aporte de nervios sensitivos. Sin embargo, a su vez, las meninges pueden ser un nicho de crecimiento infeccioso, generando fenómenos de inflamación que puede expandirse al cerebro adyacente, llevando a una muy seria enfermedad que se llama meningitis.
La meningitis, por lo tanto, es la inflamación de las meninges cerebrales. La mayoría de las veces, dicha inflamación es ocasionada por la infección de bacterias o virus. Es sumamente importante diferenciar si la meningitis es viral o si es bacteriana, porque el tratamiento y el pronóstico son diferentes, hasta opuestos, en cada una de ellas.
La invasión (colonización) de las meninges se adquiere con mayor frecuencia al tener contacto con fluidos digestivos en los casos de las meningitis virales, o de fluidos respiratorios en el caso de las meningitis bacterianas. Si bien existe predisposición a tener meningitis en personas con disminución de su sistema inmunológico (por ejemplo, en las personas con infección por el VIH) puede también presentarse en personas inmunocompetentes, es decir, sin alteración de su sistema inmunitario.
Las meningitis virales son menos graves que las bacterianas. Incluso pueden ser asintomáticas, y se autolimitan como la mayoría de los procesos virales. El tratamiento consiste en medicación sintomática, es decir analgésicos para el dolor, antipiréticos para la fiebre, y monitorizar la recuperación del paciente. Es raro que se necesite usar fármacos con acción antiviral.
La meningitis bacteriana, por el contrario, es una enfermedad que debe considerarse grave, pues conlleva el riesgo de complicaciones serias e incluso la muerte. Su tratamiento se realiza con antibióticos que se administran por vía endovenosa durante algunas semanas, de lo contrario, la enfermedad progresa, pues no se autolimita. La meningitis bacteriana puede dejar secuelas como epilepsia, debilidad de la mitad del cuerpo, disminución de la capacidad auditiva, entre otros. Si es tratada oportunamente pueden evitarse las secuelas.
El síntoma más frecuente de la meningitis es la cefalea (dolor de cabeza). Empero, dado que la cefalea es muy frecuente por otras causas como migraña o cefalea tensional, la mayoría de las veces dicha cefalea debe acompañarse de otros síntomas para considerar la posibilidad de meningitis. El síntoma acompañante más frecuente es la fiebre. También puede presentarse vómitos o náuseas y si la enfermedad se complica pueden aparecer signos focales como debilidad de una mitad del cuerpo, pérdida del equilibrio, desviación del ojo, entre otros. Las crisis convulsivas también aparecen si la meningitis bacteriana progresa. En casos más graves, el paciente entra en sopor y estado de coma y puede fallecer (la muerte sucede aproximadamente en el 5% de las meningitis bacterianas).
La única manera de confirmar la sospecha de meningitis es realizando una punción lumbar para extraer una muestra de líquido cefalorraquídeo y examinarla en el laboratorio. Dicho procedimiento se hace en la misma cama del paciente y es tan útil que desde que se ve el aspecto a simple vista del líquido cefalorraquídeo uno puede discernir si se trata de una meningitis viral o de una bacteriana. La punción lumbar es un procedimiento que no conlleva riesgos importantes y que es indispensable para el diagnóstico de la meningitis. No existe justificación alguna para negarse a dicho procedimiento, a pesar de que en algunos grupos poblacionales existe la creencia que la punción lumbar puede generar parálisis de los miembros inferiores o que empeora la enfermedad. Dichas creencias son falsas y no deben retrasar la realización de la punción.
Por el Dr. Alejandro Calvo (derechos reservados)
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