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¿Necesito tomar vitaminas (pastillas) para mi cerebro?

Existe la creencia que se necesita tomar suplementos de vitaminas para mejorar la memoria, para mejorar la fuerza, para aumentar el apetito o para recuperarse de alguna enfermedad. Es frecuente que los pacientes pregunten al respecto en el consultorio e, incluso, existen productos en el mercado que se promocionan con la idea de ser “vitaminas para el cerebro”. Sin embargo, esto no es totalmente cierto, considerando, sobre todo, que podría cometerse el error reemplazar por vitaminas a otras medidas mucho más importantes como una buena alimentación, un buen reposo y una buena salud mental.

El complejo B es uno de los complejos vitamínicos más usados en el mundo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cerca del 80% de las personas consumen estas vitaminas al menos una vez en su vida. La inmensa mayoría de las veces, estos productos son consumidos por recomendaciones de amigos y familiares y no por indicación médica.

Otras vitaminas que se usan con frecuencia son la vitamina C, en la que incluso existe una presentación endovenosa, la vitamina D, la vitamina A, algunos ácidos grasos esenciales como el omega 3 y micronutrientes como el hierro, el calcio, el zinc, etcétera.

Vitaminas.

¿Por qué está tan difundido el uso de vitaminas? Puede explicarse de varias maneras. La principal, sin duda, es el beneficio que se siente al consumirlas. No es raro que el paciente se sienta mejor cuando consume alguno de estos productos y que se sienta peor cuando deja de hacerlo. Es poco probable, empero, que exista un beneficio bioquímico real pues estos medicamentos no tienen un efecto farmacológico (a diferencia, por ejemplo, de los antiinflamatorios, de los antibióticos, de los quimioterápicos, de los relajantes o de muchos otros) por lo que esta sensación de bienestar es más explicable por el efecto placebo que se produce en quien los consume. Este efecto placebo puede ser tan poderoso que incluso puede generarse una dependencia psicológica con la vitamina que lleve a la persona a que la tome ininterrumpidamente por años y décadas. (Nota: el efecto placebo hace referencia al beneficio psicológico que siente la persona cuando toma un medicamento al que le tiene fe, independientemente del efecto farmacológico del mismo. Este efecto placebo es conocido desde hace décadas y por eso en todo estudio de investigación de medicamentos nuevos se compara al grupo que toma el medicamento nuevo con un grupo “control” que toma solo placebo. Así, se evitan algunos sesgos de investigación derivados del efecto placebo del medicamento en estudio). Otra explicación de por qué es tan difundido el consumo de vitaminas viene de parte del personal de la salud. Muchos médicos, en su afán de indicarle algún medicamento al paciente, prefieren recetarle vitaminas en vez de no recetarle nada. Y esta, claramente, es una distorsión de la imagen que tiene el médico de sí mismo, en la que considera que el acto médico se simplifica a recetar, sin tener en cuenta que el tiempo que tomamos en orientar y dar medidas generales a nuestro paciente es mucho más importante y más beneficioso que el papel escrito con prescripciones inútiles que muchas veces se le entrega al terminar la consulta. Finalmente, y no menos importante, para explicar los motivos del excesivo consumo de vitaminas en el mundo, se da por el lado de la industria farmacológica, es decir, por los laboratorios que producen dichos productos. Es conocido que en la actualidad vivimos una tendencia global que busca volver a las raíces más biológicas y menos artificiales en prácticamente todos los ámbitos. Por eso existe un boom respecto la tendencia de hacer deporte para evitar el sedentarismo, de meditar para manejar el estrés y de comer poco para mantenerse sano. Es en este contexto que ha surgido un mar de productos “naturales” que se promocionan con una gran variedad de supuestos beneficios en diferentes ámbitos de la salud. Así, algunos productos serían buenos para el hígado, otros para la piel, otros para proteger el riñón, otros para mejorar la circulación, etcétera, etcétera, etcétera; y, desde luego, mucho serían “buenos para el cerebro”. ¿Qué tanto exageran estos beneficios los intereses económicos de los laboratorios que intentan vender sus productos? Es difícil precisarlo. Lo concreto es que, de ser beneficiosos, de ninguna manera deben usarse para reemplazar los hábitos de vida saludable que debemos adoptar.

Mantener una buena salud no se reduce a tomar vitaminas. Para estar sano y tener una vida en bienestar hay que adoptar una serie de costumbres que favorezcan la salud. Entre los más importantes hábitos saludables tenemos a los siguientes.

1. Llevar una dieta sana

2. Evitar el sedentarismo

3. Dormir bien por la noche

4. Evitar el estrés

5. No consumir productos tóxicos como el tabaco

6. Realizarse chequeos preventivos periódicamente

Todos los puntos anteriores son necesarios. Los suplementos vitamínicos (pastillas) no se necesitan de forma regular y su uso debe estar restringido a situaciones que realmente lo ameriten. Para citar algunos ejemplos, en la anemia ferropénica puede necesitarse suplementos de hierro, en la osteoporosis podría ser necesario el consumo de calcio y vitamina D, entre otros.

En el campo de la neurología, la deficiencia vitamínica que con mayor frecuencia produce enfermedades neurológicas es la deficiencia de vitamina B12. La carencia de esta vitamina puede generar dos tipos en enfermedades neurológicas: por un lado, puede conllevar a deterioro cognitivo, es decir, el paciente se puede tornar confuso, olvidadizo, somnoliento; y por otro lado puede generar una lesión de la médula y los nervios periféricos que alterarían la forma de caminar al grado de impedirlo. En estos casos, desde luego, el tratamiento se hace con suplementos de vitamina B12, generalmente con aplicación parenteral. Otra enfermedad carencial que produce síntomas neurológicos es el síndrome de Wernicke – Korsakoff, que se presenta en personas alcohólicas por deficiencia de vitamina B1 y que produce deterioro de memoria. Estos casos, desde luego, se tratan con suplementos de dicha vitamina.

En conclusión, no existe ninguna “vitamina para el cerebro” y los suplementos de vitaminas en ningún caso deben reemplazar a los hábitos de vida sana que se deben cultivar en todos nosotros. Los suplementos de vitaminas están bien indicados en casos específicos de enfermedades carenciales donde está claramente definida la relación entre la enfermedad y la deficiencia vitamínica.

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