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Tuve un desmayo, ¿es peligroso?

Dibujo de mujer con desmayo.

Los desmayos (pérdida de la conciencia) suceden en muchos contextos, desde traumatismos severos en el cráneo hasta situaciones de pánico. Su duración marca una diferencia clínica sustancial que ayuda a diferenciar su origen.

Si, luego de pocos segundos o minutos, la persona despierta y no presenta mayor afectación de su estado general, pensamos que la causa de su trastorno de conciencia es un síncope. Si la persona no despierta a lo largo del tiempo, podríamos incluso estar ante un estado de coma. En este breve comentario vamos a referirnos al síncope, por su alta frecuencia de presentación y por la preocupación que suele generar en los pacientes.

El síncope es una pérdida transitoria de conciencia (usualmente breve) debido a una reducción global del flujo sanguíneo cerebral. Esta reducción global del riego sanguíneo cerebral genera, acaso como mecanismo de defensa, que la persona se desmaye, y la posición horizontal que ocasiona la caída mejora la irrigación cerebral (al evadir la resistencia del efecto de la gravedad de la posición bípeda). Así, una vez que la persona cae al suelo y recupera el riego sanguíneo cerebral, despierta en pocos segundos. Es frecuente que genere ansiedad y temor, pues tanto el paciente como sus familiares lo asocia a situaciones de gravedad.

Dependiendo la causa del síncope, se diferenciarán tres tipos: síncope vasovagal, síncope ortostático y síncope cardiogénico. Se detallan a continuación.

El síncope vasovagal es ocasionado por la hiperactividad del sistema autonómico, que reduce la frecuencia cardiaca y vasodilata las arterias cervicales. El desencadenante de dicha hiperactividad autonómica es diverso: el pánico, el dolor, el estrés ortostático, las maniobras de Valsalva como toser o defecar, entre otros. Lo primero que presenta el paciente son los síntomas derivados de dicha hiperactividad autonómica, como palidez, sensación de malestar abdominal, frialdad de la piel y sudoración, y con frecuencia la persona tiene tiempo de sentarse o apoyarse y evitar el desmayo, pues dichos síntomas se manifiestan de forma gradual en segundos. Pero, en otras ocasiones, se sigue manifestando la hiperactividad autonómica y ello conduce al inicio de los síntomas derivados de la isquemia cerebral, tales como disminución visual o visión tubular, sensación de mareo, confusión, disminución de conciencia y finalmente pérdida de la misma. Durante el breve momento que dura la pérdida de conciencia es frecuente la flacidez muscular, que los ojos estén entreabiertos, y el despertar ocurre a los pocos segundos. En algunas ocasiones ocurre pérdida de orina y es más rara la mordedura de lengua. Este tipo de síncope es frecuente en personas jóvenes y no suele conllevar riesgo vital.

Por el contrario, en el síncope ortostático, existe una hipoactividad del sistema autonómico, de tal manera que el circuito cardiovascular no es capaz de tolerar el estrés ortostático y no podrá aumentar la frecuencia cardiaca ni contraer las arterias cervicales para mantener el riego sanguíneo una vez que la persona se incorpora desde la posición de echado o sentado. Como no existe una hiperactividad autonómica (más bien todo lo contrario) no se evidencian los síntomas de dicho proceso, sino solo los síntomas de isquemia cerebral, como la visión tubular, el mareo y la pérdida de conciencia. Este síncope es más frecuente en ancianos y personas con disfunción autonómica, y típicamente se presenta en diabéticos, en la enfermedad de Parkinson, entre otras enfermedades, y también asociado a la toma de algunos medicamentos. La isquemia cerebral puede ser más profunda y en ocasiones incluso pueden apreciarse movimientos involuntarios durante el desmayo, lo que dificulta su diferenciación con la crisis epiléptica.

Finalmente, el otro tipo de síncope es el síncope cardiogénico, el cual es ocasionado por enfermedades funcionales (por ejemplo, arritmias cardiacas) o estructurales (por ejemplo, estenosis aórtica) del corazón. Los síntomas asociados pueden guardar relación con la enfermedad cardiaca, como palpitaciones, dolor de pecho, sensación de ahogo, etc.

Para evaluar a un paciente que ha presentado un síncope es de capital importancia la entrevista y el examen físico realizados en consultorio. La información brindada por el paciente y los testigos del desmayo ayudan a dirigir el camino de la investigación diagnóstica y a definir si estamos ante un caso potencialmente grave. Siempre que sea posible, el paciente debe acudir a la consulta acompañado de la persona que presenció el evento, pues solo aquel testigo nos podrá dar la información de lo que aconteció en el momento preciso de la pérdida de conciencia.

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